sábado, 28 de enero de 2012

ÚLTIMA MORADA DE CARLOS V: EL MONASTERIO DE SAN JERÓNIMO DE YUSTE

ÚLTIMA MORADA DE CARLOS V: EL MONASTERIO DE SAN JERÓNIMO DE YUSTE
INTRODUCCIÓN


Bibliografía

La exposición de diapositivas toma como fuente para el texto del diaporama la bibliografía siguiente:

“El Monasterio de Yuste y la retirada del emperador Carlos V”.

Textos escogidos de Fr. José de Sigüenza, Fr. Prudencio de Sandoval y D. Pedro Antonio de Alarcón.

Monjes Jerónimos (1983)

Jaraíz de la Vera (Cácers). Imprenta LA VERATA  (1983) 4ª edición

Diaporama que realicé para mis alumnos/as. Con gusto lo publico  en mi blogs por si algún compañero lo considera de interés y lo quiere utilizar para los suyos.

          Subiendo por lo que hoy es una carretera, antes un “escabroso camino”, nos encontramos en la zona de la izquierda una enorme cruz de piedra y una alta cerca o tapia de “cenicientos peñones” que nos indica que allí comienza la jurisdicción de Yuste.

Escudo de la Casa de Austria


      En la alta cerca mencionada, en la orilla derecha de esta carretera podemos contemplar un inmenso escudo de piedra. El escudo abrigado por las poderosas alas del águila de dos cabezas y encerrado entre las dos columnas de Hércules, con la leyenda de Plus Ultra, comprende entre sus cuarteles las armas de todos los estados del “augusto monje”.

      Dos de estas armas resulta que el hombre que fue allí a “abreviar voluntariamente su vida” y a “anticipar su muerte”, acaba de ser Rey de España y Emperador del Sacro imperio Romano.
      Debajo del escudo se lee esta inscripción, casi borrada por la acción del tiempo sobre la mala calidad de la piedra:
         “EN ESTA SANTA CASA DE SAN JERÓNIMO SE RETIRÓ A ACABAR SU VIDA EL QUE TODA LA GASTÓ EN DEFENSA DE LA FE Y CONSERVACIÓN DE LA JUSTICIA, CARLOS V, EMPERADOR, REY DE ESPAÑA, CRISTIANÍSIMO. MURIÓ A 21 DE SEPTIEMBRE DE 1.558”
 


“Ardientemente deseaba el emperador salir de Jarandilla e instalarse en Yuste”. En los finales de enero se efectuaron todos los preparativos para el traslado y se licencian a 98 personas del séquito de Don Carlos, las cuales en su mayoría regresan a Flandes.
      Arreglado todos lo correspondientes al traslado, el día 3 de febrero, festividad de San Blas, a las tres de la tarde, emprende el emperador lo que sería la última etapa de su largo viaje desde Brusela a Yuste.



      Instalado en la litera, después de haber saludado a quienes esperaban en Jarandilla, se inicia la marcha, con gran contento de Don Carlos y “malhumor de la servidumbre”.
En la imagen observamos la litera que utilizó para el traslado del emperador desde  Jarandilla  al monasterio y que se conserva en el palacio del monasterio.



      De manera lenta, avanzando por aquellos caminos, entre frío y el viento helado, en un mes de febrero muy crudo y poco hospitalario en aquellos parajes, el cortejo avanza lentamente hacia la morada del emperador.
Aún acompañan algunos soldados de los que formaron parte de sus ejércitos, los últimos, pues en Yuste se desprenderá también de ellos, por innecesarios a su servicio, y  aquellos leales que tantas veces le acompañaron en batallas rompieron sus alabardas para no servir más bajo otro señor.

 
      La comitiva se mueve con dificultad debido a lo agreste de las veredas y los caminos que tienen que atravesar en su recorrido hacia Yuste.
o   El cortejo es muy reducido, Don Carlos lo encabeza acompañando a la diestra y siniestra de su litera del Conde de Oropesa, Don Fernando Álvarez de Toledo y de Don Luis Méndez de Quiroga. El resto de la comitiva le sigue detrás de la litera.
o   Atraviesa Cuacos, el lugar donde había de residir quienes no lo pudieron hacer en Yuste, en medio de la expectación de aquellos labradores que ven la poca gente que acompaña a quienes ellos tienen por el más poderoso señor de la Tierra.



      Hacia la media tarde arriban al Monasterio, después de haber atravesado los últimos barrancos y torrentes, cosas que tuvo que efectuar en silla de manos portadas por los labradores de aquellos lugares. En la imagen una vista general del Monaterio de san Jerónimo de Yuste donde llega Carlos V.
o   A la entrada del Monasterio se apeó de su litera mientras sonaban las campanas y la comunidad al completo, puesta en dos filas departían los honores al recién llegado, el cual por su pie, se dirige a la Iglesia, donde resuena el órgano, para dar gracias al Todopoderoso de haberle hecho llegar a su destino.
o   “Don Calos besó en el umbral de la iglesia la cruz que le presentaba el prior y se adentró en ella para asistir al solemne Tedeum.
o   Después de que terminara la función fueron a besar la mano del emperador todos los asistentes. Seguidamente visitó ambos claustros y a continuación se retiró a su habitación en la parte anexa del convento que había mandado a construir.
o   Repartió antes limosnas entre quienes le habían acompañado y estaban necesitados de ellas.
o   Después fatigoso por el dificultoso, aunque corto viaje, se retiró a su dormitorio para pasar la primera noche de su voluntario apartamiento de las tareas que el destino le había reservado yb que ejerció durante 42 años de su vida.
o   El dormitorio de Don Carlos, que apreciamos en la imagen, estaba según  costumbre que había adquirido desde la defunción de la Emperatriz, tapizado de negro y con tapices flamencos, mientras su cama solamente llevaba unas cortinas de negro tejido. Desde ésta se podía divisar la iglesia para que el emperador en los días que agudizasen sus dolencias, pudiera asistir a la misa desde el propio lecho, avistando el altar mayor”
       En el libro titulado “El Monasterio de Yuste y la retirada del emperador” de Fray José de Sigüenza, se dice:
     “ Delante d ela actual entrada, que es la antigua de la Huerta de Monasterio y por la que se regía el Emperador cuando salía a caballo, elevase un añoso y corpulento nogal, tenido en gran veneración histórica, y del que no hay viajero que no se lleve algunas hojas como recuerdo de su peregrinación a Yuste”

Es que aquel nogal data de un tiempo muy anterior a la fundación del convento, es que a su sombra fue donde, según la tradición se sentaron los anacoretas Bralles y Castellanos, la tarde que eligieron aquel sitio, entonces desierto, como el más apropiado para establecerse, y es que el mismo emperador en tiempo de verano solí pasar largas horas bajo su espesísimo ramaje, viendo correr el agua del arroyo que fluye a sus pies y respirando el fresco ambiente de un tan umbroso y deleitable.  El nogal en cuestión  -según el libro- tiene seis siglos.



     Como anécdota a lo comentado anteriormente, diré que después de hacer la diapositivas que sobre el nogal os muestro y tras unas conversaciones con el prior del convento he comprobado que el tal nogal hoy no existe y los datos expuestos en lo referente a su emplazamiento no son ciertos.


      El nogal estaba situado en la explanada que hay frente a la tienda que venden regalos para los turistas y que hace ya bastantes años que hubo que cortarlo dado que estaba hueco y en él los desaprensivos turistas arrojaban desperdicios y basuras. La diapositiva nos muestra el lugar exacto donde estaba el nogal.


     
     Esta extensa rampa que tenemos en la imagen, es la misma que se construyó para que Carlos V pudiera montar a caballo a la puerta de sus habitaciones, o sea en el piso alto, librándose así de la incomodidad de las escaleras que eran ya insoportables para el emperador. Esta rampa va pues al mirador o salón abierto, cuyo interior descúbrese  completamente por los amplios arcos que constituyen dos de sus lados.


En este salón mirador vemos esta fuente que tendrá unas “dos varas y media de altura” y se compone de un pilar redondo, del centro del cual sale un recio fuste o árbol, que luego se convierte en gracioso grupo de niños, muy bien esculpidos; todos ellos de una pieza y de piedra muy parecida al mármol aunque de especie granítica. El grupo de niños sostiene una taza redonda, de la cual fluyen por los cuatro caños un agua cristalina sumamente celebrada por sus virtudes higiénicas. El emperador no bebía otra.
Esta fuente se la regaló a Carlos V el ilustre Ayuntamiento de Plasencia.

        En esta pared había antes un viejo banco de madera, en el mismo lugar que antes hubo uno de piedra, se lee al pie del dibujo una inscripción pintada en la pared en caracteres del siglo XVI, muchas veces retocados:
    “SU MAJESTAD EL EMPERADOR DON CARLOS  V, SEÑOR EN ESTE LUGAR ESTABA SENTADO CUANDO LE DIO EL MAL EL DÍA 31 DE AGOSTO A LAS CUATRO DE LA TARDE.-FALLECIÓ A LOS 21 DE SEPTIEMBRE A LAS DOS Y MEDIA DE LA MAÑANA, AÑO DEL SEÑOR 1.558”


      Seguimos en el salón mirador y en él, entre el arco que comunica con la rampa y el otro contiguo hay un poyo de piedra, de dos cuerpos, mucho más ancho el de abajo que el de arriba, que se construyó allí para que Carlos V montase a caballo más cómodamente.
     Por cierto, según refiere Fray Prudencio de Sandoval, autor del libro que estamos siguiendo en la descripciones, las cabalgaduras que éste usaba en Yuste no tenían nada de cesáreas ni de marciales ya que consistían en una jaquilla bien pequeña y una mula vieja.
     Fray Prudencio de Sandoval, historiador ya citado, describe así la última vez que carlos V montó a caballo:
     “…puesto en una jaquilla, apenas dio tres o cuatro pasos cuando comenzó a dar voces que le bajasen, que se desvanecía, y como iba rodeado de criados, le quitaron luego y desde entonces nunca más se puso en cabalgadura alguna”.
     ¡Tan acabado estaba aquel que tantas veces había recorrido Europa a caballo!.



Fachada del palacio de Carlos V.
El edificio construido por deseos e instrucciones concretas que el emperador había dado desde Brusela constaba de dos plantas distribuidas cada una de ellas en cuatro habitaciones con un pasillo en el centro.
La superior era destinada de manera permanente a Don Carlos y disponía a la vez de una terraza cubierta a la cual podía acceder por una rampa desde el jardín que ya hemos descrito.
Para hacer más agradable la estancia, el emperador se había construido grandes chimeneas al objeto de templar y eliminar la continua humedad del lugar.

       
Salas de audiencias, donde el emperador recibía muchas visitas.
      Apenas estuvo instalado en Yuste, Carlos V recibió innumerables visitas, unos venían con el exclusivo placer de visitarles, otros eran interesados y los demás por motivos de negocios de gobierno. Lo cierto es que en este aspecto de la vida de Don carlos en Yuste también se apartaba mucho de lo que tenía que ser una vida monástica.
     Habitualmente en Yuste las visitas del Conde de Oropesa que desde Plasencia o Jarandilla iba muy a menudo a visitarlo y cada vez que lo hacía era portador de obsequios muy principalmente alimenticios, que tanta ilusión le producía al Emperador.
      También le visitaban dos entrañables amigos de siempre, Francisco de Borja que fue Duque de Gandía, y que ahora era Fray Francisco, y Luis de Ávila y Zúñiga, capitán del ejercito y cronista de sus hazañas.
     Entre las visitas que más placer le producía eran las que le hacía sus hermanas Leonor, reina viuda de Francia, y María, reina de Hungría. Estas entrevistas eran muy cordiales y llenas de recuerdo de su juventud.
      De todas las visitas que el emperador recibió en Yuste, entre las más notables fue la de Doña Magdalena de Ulloa, mujer de Don Luis Méndez de Quijada, visita que venía acompañaba desde Cuaco donde residía por el entonces llamado Jeromín, esta entrevista única que tuvo el emperador con el que era su hijo tuvo lugar el 6 de julio de 1.558.


Antecámara del Palacio.
Podemos observar la silla de Carlos V, con un dispositivo especial para descansar la pierna de sus dolencias como consecuencia de ataques de ácido úrico conocido más popularmente como ataques de gota que tanto castigo dará al emperador en sus últimos años.
Desde la permanencia en Jarandilla había tenido fuertes ataques de gota que le tenían semiparalizado por habérsele situado en la rodilla izquierda, brazo derecho, cuello y parte de la espalda, dándole fiebre y destemplanza durante varios días.
Parece que a causa de los ataques de gota le había quedado un fuerte quemazón en la pantorrilla que le hacía rascase continuamente y que le desazonaba combatiendo los picores con baños de aguas de rosas y vinagre.
Los ataques de gota con mayor o menor frecuencia no perdonan al dolorido cuerpo de Don Carlos que había de guardar reposo entre los sillones que tenía para estos fines y la cama entre almohadones de plumas.
En el mes de agosto, fatídico para Don Carlos, se manifestaría la enfermedad que le llevaría a la tumba y que, desde luego, ni fue la gota ni las célebres tercianas a que se atribuye su muerte, sino que por los estudios de todos sus síntomas reflejados en al correspondencia de su médico Matisio, así como la de Quijada y Gaztelu, fue el paludismo lo que concluyó con la vida del emperador.

 
Al medio día de los aposentos se encuentra este estanque donde para su majestad había tencas.
Sin calificar al Emperador como un auténtico glotón, sí es preciso consignar que durante toda su vida comió con voracidad y avidez.
El defecto de su mandíbula, el prognatismo que había heredado de la casa de Borgoña y no de la de Austria como erróneamente se mantiene, le dificultaba extraordinariamente la masticación, ayudándose para la ingestión de los alimentos con abundantes tragos de cervezas o vino, que eran sus dos bebidas preferidas.
El mejor presente que en toda su vida se podía hacer al Emperador eran alimentos, fuesen de mar o de tierra. A Yuste llegaban continuamente las ostras, las platijas y las lampreas que se las remitían desde Lisboa a Badajoz y desde allí a Yuste. Lógicamente no siempre llegaban en condiciones de frescura pero aunque así fueran eran bien recibidas por tan ilustre comilón.
De los productos de La Vera se holgaba mucho comiendo los espárragos y las turmas de tierra que entonces se desconocía la influencia negativa que ambos alimentos tenían para la gota y que el Emperador deglutía con verdadero entusiasmo siendo productos  de los alimentos más nocivos para la enfermedad que aquejaba al Emperador.
De los alimentos de los ríos gozaba de las truchas y de los barbos, que era en el fondo los pescados más inofensivos para la salud.
Serían innumerables las anécdotas referente a la alimentación del emperador, baste decir que su glotonería y el desconocimiento de aquella época de remedios eficaces contra la gota, hicieron padecer mucho a Don Carlos de una dolencia que quizás en otra persona de mayor apetito y menos caprichosa para los manjares hubiera podido contenerse y evitar, sino todas, una serie de grandes molestias de las que sufrió el emperador.
Ermita de Belén
En la imagen se puede observar la ruina de una ermitilla, llamada de Belén, que dista del convento unos 500 metros, y donde solía encaminar los frailes sus paseos de inveirno, costumbre que adquirió Carlos V.
El camino d ela ermita era una llana y hermosa calle de árboles, con prolongados asientos, en el que cabía toda la comunidad.
A principio de este paseo había un viejísimo ciprés, a cuyo pie, y recostado en su tronco, estaba sentado Carlos V la primera vez que vio en Yuste a su hijo Jeromín, el famoso Don Juan de Austria, ya casi mozo, después de muchos años de separación.

Casa de Jeromín, situada en Cuaco de Yuste

En esta casa situada en Cuaco, vivió Don Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos V, y que fue conocido por el nombre de Jeromín.
El hijo de Carlos V y de una lavandera llamada Barbara de Bloberg había nacido en Ratisbonda donde pasó la infancia con su madre. A los 8 años lo traen a España sin que nadie conociese su condición.
Vivió en Leganés a cargo del clérigo Bautista Vela y de una tal Ana Medina. Pero el bastardo imperial hacía en Leganés una vida demasiado villana y de ahí que Don Luis Quijada se lo llevase a Villagarcía, de donde era señor y lo confío a su mujer sin revelarle el secreto, por lo que esta señora llego a concebir tristes sospechas que amargaron su vida, hasta que muerto el Emperador hizo pública la verdad el rey Felipe II, reconociéndole como príncipe y hermano suyo al que había de  ser el primer guerrero de su tiempo.


Dentro del monasterio observamos un reloj de sol.
Carlo V tenía una gran afición por los relojes para lo que disponía de una persona que se ocupaba de ellos y que era Giovanni Torriano, llamado Juanelo y de dos ayudantes que tenía éste.
La relación de relojes que tenía el Emperador era sorprendente para aquella época y se encuentran de todas las clases que se conocían.
El Emperador dedicó gran parte de su ocio a desmotar y montar aquellos que no funcionaban correctamente, aunque en muchas ocasiones para volverlo a montar tuviera que recurrir a la ayuda de Juanelo.
Claustro del monasterio, estilo gótico.

Claustro gótico. Acceso al claustro plateresco.


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